Griezmann, el principito que se atragantó en la mesa del Rey

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    Como mucho otros antes. Griezmann se postuló de forma voluntaria al trono de reyes. 

    “Quiero comer en la mesa de Cristiano y Messi”.

    Griezmann

    Eso fueron las palabras de Antoine con 25 años recién cumplidos, muchos goles por el calderón y una final de Champions y Eurocopa perdidas fueron su bagaje para colocarse su propia candidatura a heredero legítimo al trono. El francés era una apuesta segura.

    La línea que separa la confianza de la soberbia es muy fina, y a veces, casi translúcida. Sin embargo, su cara de niño y su carácter diablesco fue quien le dio el título de príncipe, no su fútbol.

    Hace ya poco más de un año que aterrizó en Barcelona, con la categoría de estrella mundial y con discursos que parecía haber llegado sabia nueva para dar descanso algún fin de semana a las responsabilidades de Suarez y Messi.

    No obstante, hace meses que se habla más de sus posibles próximos destinos que de su fútbol. Y es que Griezmann se ha convertido en una estrella fugaz diluida entre la presión mal digerida, un sistema que no le beneficia y un avión llamado Ansu.

    Y es ahora cuando todo el humo desaparece, se acaban los bailecitos en el trono y se descubre que el príncipe nunca fue príncipe. Solo un espejismo creado por la barita mágica de los medios y se descubre como tan solo un gran delantero.

    El problema del ego

    Antoine no ha sido el primero ni será el último joven futbolista donde su ego y exceso de confianza le harán retomar sus palabras en forma de meme. Otros nombres como Jesé Rodriguez, Federico Macheda o Pogba son algunos de los nombres donde la visera de la ola del momento les cegó su verdadero horizonte.

    Sin embargo, ¿Quién puede juzgar a Griezmann? Todos decimos tonterías cuando somos jóvenes. El caso es que no hay una grabadora presente para recordarnos cada traspié de lengua que nos permitamos. A fin de cuentas, el propio Mick Jagger llegó a reconocer en una entrevista con 22 años que creía que pasearse por los escenarios con 60 años era cosa de perdedores. Y es que como con Griezmann, quién te ha visto y quién te ve.

    Por lo que el principito afronta su temporada despojado de sus títulos como hombre de sangre real. Y es en estos momentos donde tiene la oportunidad de desquitarse, demostrando que no se le caen los anillos y hacerse valer en el verde del Camp Nou.

    El tiempo dictará sentencia pero hasta el momento ha quedado retractado como alguien que se auto invitó a una mesa para comer cuando todavía los pies le colgaban sentado en la silla.